Intestino irritable, el dolor del siglo XXI
Muchos de nosotros conocemos a alguien o hemos escuchado de alguna persona que sufre de colon irritable con las molestias que esto comporta.
El colon irritable, colon nervioso o colon espástico son nomenclaturas que se utilizaron en el pasado para referirse a esta molestia, pero desde aquí os queremos anotar una actualización ya que estos nombres son cosas, como decimos del pasado, ya que esta molestia no se limita sólo a ese tramo del tubo digestivo; hoy día se conoce como el Síndrome del Intestino Irritable (SII).
Una vez actualizado el término, el síndrome del intestino irritable (SII) es un es un grupo de síntomas digestivos, que incluyen dolor o molestias abdominales, acompañados de una modificación en la frecuencia o en la consistencia de las deposiciones, en ausencia de una causa identificable.
Estos síntomas ocurren durante mucho tiempo, a menudo años, y puede haber períodos en los que se sufren con más frecuencia y otros en los que encontramos una ligera mejoría.
Es una afectación muy frecuente, especialmente en personas jóvenes, constituyendo en la práctica clínica habitual uno de los principales motivos de consulta tanto en la atención primaria de salud como al especialista de gastroenterología.
La complejidad y diversidad de la presentación del síndrome de intestino irritable (SII) hacen que el tratamiento sea variado, dependiendo de los síntomas y de su gravedad.
Podemos encontrar medidas dietéticas para ayudar a la disminución del SII, entre ellas, una dieta sin gluten, la cual es eficaz en por lo menos la mitad de los pacientes y baja en hidratos de carbono fermentables.
La dieta sin gluten es una dieta segura y equilibrada, que no provoca ningún efecto secundario negativo.
Por el contrario, el seguimiento de una dieta baja en FODMAP (son carbohidratos de cadena corta y alcoholes relacionados, que son mal absorbidos en el intestino delgado), si bien ayuda a controlar los síntomas digestivos a corto plazo, a largo plazo puede acarrear efectos negativos, alterando desfavorablemente la flora intestinal y la correcta ingesta de nutrientes.
Aunque podemos encontrar soluciones para controlar la diarrea, el estreñimiento y otras molestias derivadas, para el dolor, que suele ser muy difícil de controlar, se pueden emplear espasmolíticos de músculo liso.
No se ha demostrado la existencia de factores psicológicos que provoquen el SII o que influyan en su instalación, si bien los factores psicológicos pueden contribuir al deterioro de la calidad de vida e incidir en la percepción de la severidad de los síntomas, por lo que es común que los pacientes con SII presenten afecciones psicológicas como ansiedad, depresión o miedos vinculados a los síntomas.
El SII se trata, por lo general, de una afección crónica que acompaña al paciente a lo largo de toda su vida, unas veces con síntomas leves que no precisan acudir al médico y otras representan un importante trastorno en su vida diaria.
Los síntomas principales son la presencia de dolor o malestar abdominal que alivia con la defecación, acompañado de hinchazón abdominal fluctuante, junto con la combinación de alteraciones en el patrón de evacuación.
Los pacientes suelen describir el dolor como de tipo cólico con “retortijones” y de forma característica alivia, o al menos mejora, con la deposición y/o la expulsión de gases. Aunque se localiza más frecuentemente en la parte inferior del abdomen, también se puede presentar con localización difusa abdominal.
No existe un único tratamiento común a todos los pacientes que padecen de SII y sus variantes, pero una vez descartada una dolencia orgánica, el tratamiento varía según diversos factores: el tipo de síntoma predominante, la frecuencia e intensidad de los síntomas, la preocupación que provocan, la repercusión sobre la calidad de vida y la posible existencia de trastornos psicológicos asociados.
En algunos pacientes son beneficiosas medidas sencillas, tales como consejos dietéticos o cambios en el estilo de vida. Otros pacientes necesitan tratamiento farmacológico, para aliviar la intensidad de los síntomas durante los períodos de más frecuencia y dolor y finalmente, unos pocos pacientes requieren un tratamiento psiquiátrico.
Para el control del dolor, se pueden emplear los antiespasmódicos, analgésicos generales del tipo del paracetamol, los antidepresivos tricíclicos y los inhibidores de la recaptación de la serotonina, y probióticos.
Lo más importante de lo que aquí hemos descrito es que usted logre una relación positiva con su médico de confianza para que le realice las pruebas que sean necesarias a fin de determinar cual es su grado de SII.
Es IMPORTANTE también indicarle que este artículo NO sustituye ni aconseja un tratamiento concreto, ni claro está, pretende reemplazar la opinión de un profesional médico autorizado.
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